Cuento de Navidad

Aquí podéis aportar los relatos que se os ocurran o los que encontréis por la red(poniendo un link al original, o con las autorizaciones pertinentes, hay que respetar los derechos de autor). Porque si tal como leí una vez "los libros son la vida" y los puzzles forman parte de nuestra vida, seguro que podemos unir ambas cosas.
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haujavi
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Cuento de Navidad

Mensaje por haujavi »

El frío cubría las calles, el agua se convertía en nieve poco a poco mientras salía del metro. El hielo de la calle casi hace que se resbale al torcer la primera esquina. En ese momento se acordó de su jefe, Andrés Escudero, y su idea de trabajar a la tarde el mismo día de nochebuena. "Tenemos que tratar un tema importante", eso le había comentado el día anterior. Esperaba que fuera algún tipo de ascenso o mejora salarial pese a que su jefe no podía describirse precisamente como la persona más generosa del mundo. Quizás más bien al contrario. Poca gente había conocido con tanto reparos para gastar dinero. Solo pensaba en sí mismo, en su negocio, los demás no importaban. Entre todas las anécdotas se acordaba de ese día de verano en que se alcanzaron los 45 grados en la oficina. No tenían aire acondicionado puesto que según su jefe gastaba demasiado y estaban asados. Se llevó el ventilador portátil que tenía en casa. Cuando su jefe Andrés salió de su despacho casi se vuelve loco, quitó el enchufe del ventilador y le reprendió fuertemente. "¿Acaso no sabe lo que consume un ventilador? Si tiene calor tráigase hielos de casa." Era algo tremendo pero claro, con la crisis tenía que mantener el empleo, con sus dos niños tenía que sacar dinero de debajo de las piedras para llegar a fin de mes. Con esos pensamientos llegaba a la puerta de la oficina. Notó la puerta algo cambiada, como más nueva. Sacó la llave y cuando la intentó meter en la cerradura pero no entraba. Se extrañó porque sabía que esa era la llave, más de una vez había tenido que llevarla al cerrajero para arreglarla de su propio bolsillo. Llamó al timbre. Sin respuesta. Volvió a llamar insistentemente hasta que por fin le abrió el señor Escudero.

- Hola, no me entraba la llave en la cerradura.
- Ah sí, la he cambiado.
- ¿Se puede saber porqué?
- Sí, de eso es de lo que le quería hablar. Está despedido.
- ¿Cómo?
- Sí, con la crisis el trabajo ha bajado y el beneficio también, no puedo seguir permitiéndome pagar tu sueldo.
- ¿Y me despide en Nochebuena, no tiene sentimientos?
- Es un día como otro cualquiera. Incluso algo peor, ninguno de los clientes está trabajando. Por eso era el mejor momento para comentarte el despido. Aquí tienes los papeles.
- Me parece increíble, es detestable, sin duda es la peor persona que he conocido en mi vida. Me voy, no quiero pasar ni un segundo más con usted, me da asco. Está solo, no se da cuenta de que su vida no tiene ningún tipo de alegría, de sentimiento, llegará un día que hará un resumen de lo que es su vida y vea que solo se ha dedicado a trabajar, a conseguir sus propios objetivos y que nadie quiere estar con usted, nadie. Se dará cuenta de que no es feliz y que ha desperdiciado su vida. Cambie señor Escudero, cambie o será mucho más desgraciado de lo que pueda serlo yo a pesar de no poder llegar a fin de mes. Yo ahora me iré a mi casa y tendré a mi mujer y mis niños, mañana mis amigos me echarán una mano con todo. Si usted enferma nadie irá a cuidarle. Reflexione sobre eso.
- ¡Paparruchas! Sé muy bien cómo llevo mi vida, el resto de gente que se ocupe de sus asuntos, como usted mismo.
- Está ciego, hágame caso, cambie o no tendrá remedio. Adios.
- Adios.

El señor Escudero cerró la puerta sin reflexionar un solo segundo sobre las palabras de su exempleado. Cuadró la contabilidad, hizo el inventario y repasó facturas y albaranes. Trabajó hasta tarde como era costumbre en él. Cuando acabó subió al piso de arriba, que era su casa. Un austero receptáculo hacía de dormitorio. Solo había un armario una cama y una mesita de noche. No se veía nada más. Bueno, solo había una cosa, una vieja caja de un puzzle de 1500 piezas encima del armario. Le dirigió una mirada antes de acostarse, vacía, sin emoción. Cerró los ojos y durmió. Apenas eran las 10 de la noche pero no le gustaba la Navidad y prefería que pasaran estos días lo antes posible, cuantas menos celebraciones escuchara mejor.

Se levantó sobresaltado cuando escuchó un ruido en la habitación. Encendió la luz. El puzzle estaba en el suelo. Era raro, no se podía haber caído, estaba bien puesto. Pensó en que podía haber sido un terremoto, pero no, el resto de cosas estaba en su sitio. Cogió la caja del suelo y cuando fue a ponerla en su sitio se fijó en que tenía una nota pegada. "Esta noche recibirás la visita de tres fantasmas". Eso le intranquilizó. No era posible, no podía haber entrado alguien y dejarle una nota sin cambiar nada. Examinó cada rincón de la casa, incluso bajó a la oficina. Ni un cambio, todo en su sitio, ni pisadas en el suelo siquiera. Volvió a cerciorarse de los pasadores y cerraduras de las puertas. Todo estaba sellado. Volvió a su habitación, quitó la nota de la caja y la tiró a la basura. Subió la caja al armario y volvió a acostarse.

Pero ya no podía dormir. Cualquier ruido le asustaba, incluso el viento rozando con los árboles. Quizás ese exempleado suyo quería darle un susto, vengarse, nunca se sabe, la gente está muy desequilibrada. De repente escuchó la puerta de la entrada, como si alguien estuviera golpeando la puerta e intentando forzarla. Se levantó rapidamente, cogió un paraguas y se fue a esperar detrás de la puerta de entrada. Sonaba una y otra vez, cada vez más fuerte y por fin se abrió la puerta. Andrés empujó la puerta y agitó el paraguas una y otra vez. Se quedó quieto un momento. No había nadie en toda la casa. Fuera tampoco había nadie. Estaba sudando. No sabía lo que ocurría, pensó que podía ser todo un sueño pero se pellizcó y lavó la cara, todo era real pero inexplicable. Volvió a la habitación. Se tumbó temblando completamente. Miró hacia el armario y se quedo blanco, la caja de puzzles no estaba. Ya no lo aguantaba más, cogió el teléfono y marcó el número de la policía. No había línea. Se levantó y abrió el armario para vestirse e ir a la comisaría. Al abrirlo se le paró el corazón.

- Buenas noches Andrés.

Salió del armario un hombre vestido con un traje de corte antiguo, corte de pelo impecable y bigote recortado.

- ¡Váyase de mi casa!

Andrés se había caído hacía atrás del susto y el miedo le impedía salir corriendo.

- No tengas miedo Andrés. O quizás si tienes que tener miedo, pero no de mi, sino de ti mismo. Soy el primero de los fantasmas que te va a visitar esta noche.
- No tengo dinero en casa, se lo juro, si quiere cualquier otra cosa dígamelo pero no me haga ningún daño.
- Andrés, no lo comprendes. No te das cuenta de todo lo que va esto. Por eso vas a tener que venir conmigo.
- ¿A dónde?
- Quizás sea mejor decir "a cuándo".
- Está usted loco y ahora mismo voy a ir a comisaria para que le vuelvan a encerrar.
- No, vas a ser tú el que venga conmigo te guste o no.

Andrés se fijó en que el hombre llevaba la caja de puzzles. Alzó la caja y la golpeó contra la cabeza de Andrés. Cerró los ojos instintivamente aunque no sintió ningún golpe. Cuando los abrió ya no estaba en su habitación pero el lugar le era familiar. El hombre del traje estaba a su lado.

- Bienvenido a tu hogar.

Estaba en un salón de una casa antigua, los estampados y el modelo de televisión así lo evidenciaban. Poco a poco se dio cuenta de que esa casa no era una cualquiera. Qué va, la conocía muy bien. Era su casa, aquella en la que vivió junto a sus padres hasta los 16 años. Su padre estaba en el sofá viendo la tele. Él estaba tumbado en el suelo en una esquina haciendo ese mismo puzzle. No tendría ni siquiera 10 años.

- ¿Qué es esto?
- Ya te lo he dicho, es tu hogar, hace años de esto.
- ¿Y qué hacemos aquí?
- Soy el fantasma de las navidades pasadas. Quiero que recuerdes de donde vienes, que no siempre has sido el hombre en el que te has convertido.
- En un hombre íntegro y trabajador.
- No, en un hombre solitario y huraño.
- Unas cuantas escenas de mi pasado no me van a hacer cambiar.

El niño estaba haciendo el puzzle con cara de felicidad. Lo hacía en el suelo, tenía ya colocado el borde y estaba buscando piezas poco a poco. El padre le habló.

- Andresín, es la tercera vez que haces el puzzle, ya está bien, tienes que hacer otras cosas, no puedes perder tanto el tiempo, no trabajo día y noche para que estés tumbado poniendo piezas para nada.

La madre le escuchó desde la cocina.

- Deja en paz al niño. Él está muy entretenido y eso no es malo. Es un niño.
- Es un niño que dentro de nada se tendrá que encargar del negocio familiar, no nos sobra el dinero y cuanto antes sepa cómo ganárselo y trabajarlo será mejor.

El padre se levantó, apartó al niño y recogió las piezas en la caja. Luego puso el puzzle en lo alto de un armario. El niño empezó a llorar desconsoladamente. Andrés no pudo evitar que una lágrima brotara de sus ojos.

- Es simplemente una muestra de que mi padre era un hombre de pies a cabeza. Me enseñó cosas muy importantes.
- Y te hizo olvidar los sentimientos, pero ya ves que los tenías y ahora aunque no lo quieras admitir sigues teniéndolos. Salgamos.

Cruzaron la puerta de casa y en vez de salir a la calle entraron a un supermercado. Allí estaba él, ya adulto pero aún joven. Empujaba un carrito de la compra cuando de repente chocó con otro carro.

- Perdone, no iba mirando.

Era una guapa chica la que había chocado con él.

- No pasa nada, podía haber sido peor, pero si no le importa podemos hacer los papeles del seguro ahora.
- Jajaja Eres muy gracioso. Veo además por su compra que vives solo.
- Sí, supongo que con esta comida sería imposible comer más de un par de días con más gente.
- No, lo digo porque no tiene ningún tipo de producto de belleza, ni nada que sea para chicas.
- Oh, es imperdonable, no puede ser, ahora mismo soluciono eso.

Empezó a quitar los productos del carro de la chica y meterlos en el suyo.

- ¿Qué haces?
- Ya me has dicho que me faltan productos para chicas. Y los estoy consiguiendo. Pero supongo que para que valgan para algo tendría que visitarme una chica, ¿qué le parece hacerme el honor de hacer un poco más productiva mi compra cenando conmigo en mi casa? Así puedes estar segura de que no te faltará ni maquillaje ni cepillo para el pelo.
- Jajaja Estás loco pero mira, podemos quedar para tomar algo y podemos seguir hablando de cómo poder lograr que aproveches esos productos femeninos.

La cara de Andrés era un poema. Tenía la sonrisa del que ve un billete de 500 euros que creía perdidos. El fantasma se giro hacía él para hablarle.

- Ves, hubo un tiempo en el que te importaba alguien más que tú mismo.
- La verdad es que fue culpa suya pero es verdad que tenía una compra muy eficiente, no me pude resistir.Además entre dos los gastos se llevan mucho mejor.
- Creo que necesitaremos ver alguna cosa más del pasado.

Ahora estaban en una casa los dos protagonistas anteriores, Andrés y la chica del supermercado. Estaban haciendo un puzzle, por el tamaño sería uno de 1000, parecía en patrón antiguo. Eran felices.

- ¿Así que a esto te dedicas para pasar el tiempo Andrés?
- Sí, los puzzles me gustan, me relajan.
- Ya veo, yo la verdad es que no suelo hacer, me aburren un poco, quizás le hace falta un poco más de acción.
- Quizás necesitas algún incentivo más, por cada pieza que pongas toca un beso, ¿te parece bien?
- Jajaja ¡El incentivo tiene que ser para mí, no para ti!

Se besaron y se olvidaron del puzzle. El fantasma se puso en el medio para que no pudiera seguir mirando la escena.

- ¡Eh, que de esta parte me acuerdo bien y me gustaría verla!
- No estamos aquí para hacer de voyeurs. Erais felices, todo iba bien. Pero esto cambió, ¿verdad?
- Bueno, todas las parejas tienen sus fases buenas y sus fases malas.
- Vamos a ver las malas entonces.

Fueron a un lugar con mucha gente, todos en parejas alrededor de unas mesas con puzzles. Era un concurso de puzzles por parejas. Una de las parejas era Andrés y su chica.

- Marta, ¿todavía no has acabado el borde?
- No Andrés, no, todavía no lo he acabado.
- No sé para que hemos entrenado cada día en estos últimos meses.
- Tú por lo visto solo para ganar.
- Esa era la idea pero veo que contigo eso va a ser imposible.
- Muchas gracias "cariño", ¿tú sabes la de tiempo que he dedicado a los puzzles sin ser una aficionada? ¿Todos los esfuerzos que he hecho para estar contigo sin que tú me dieras nada a cambio? A veces creo que piensas más en ganar y ser eficiente en esta vida más que en lo que importa, que es vivirla y disfrutarla.
- No digas tonterias, somos felices.
- No Andrés no, eres feliz pero no te preocupas de que la gente que tienes alrededor lo sea.

Marta salió corriendo entre sollozos. Andrés se quedó haciendo el puzzle. El fantasma se dirigió al Andrés actual, que estaba mirando incrédulo lo que hizo en su día.

- Veo que la sensibilidad no ha sido tu fuerte nunca.
- Supongo que me dediqué demasiado a los puzzles, eran mi vida y las demás cosas no tenían tanto sentido. Pero cuando alguien pone toda su pasión en algo no es tan malo, hay que poner interés en hacer las cosas.
- Pero tenías todo, tenías una buena novia, el negocio de tu padre iba bien y dejaste todo estropearse por centrarte demasiado en un hobby, Andrés, solo es un hobby.
- Sí, pero me hacía feliz, tenía todo controlado, me gustaba hacerlos, me relajaba, incluso había conocido más gente que hacía puzzles y era genial.
- Ya, pero no se puede convertir una afición en algo más importante de lo que debe ser, las personas siempre deben estar antes que las cosas.

La siguiente escena volvía a ser la misma casa de antes.

- ¡Marta! ¿Dónde andas?

Se acercó a la mesa de la cocina. Había un puzzle, no uno cualquiera, el de 1500. Tenía una nota encima.

"Te dejo con el puzzle que más quieres, ese que hacías en tu infancia una y otra vez. Eso es lo único que te quedará si sigues así. Solo espero que puedas cambiar, que no te pierdas en tu propio ego, que te acuerdes de que existen más personas a tu alrededor. No eches tu vida a perder como has logrado hacer con la mía. Te quiero y por eso te abandono.

Marta"

Andrés cogió la caja y la puso encima del armario, lo más lejos de su vista. Quemó la nota. Se sentó a la mesa y tumbó su cara encima de ella.

- Parece que lo vuestro no acabó muy bien - El fantasma quería que reaccionara.
- No, el piso era demasiado grande para una persona y por eso me mudé a mi actual piso.
- Te equivocaste, admítelo, tenías que haber sido más generoso y pensar más en otras personas que en ti mismo y tus ideales y gustos.
- Puede que me equivocara pero así es la vida, con equivocaciones y aciertos. Ahora vivo mucho más tranquilo, me comprendo a mi mismo, no necesito más.
- ¿Seguro?
- Seguro.
- Eso dicen tus palabras pero tus ojos dicen lo contrario. Creo que mi trabajo ha acabado. Cierra los ojos un segundo y vuelve a abrirlos.

Así lo hizo. Cuando los abrió volvía a estar en su casa, tumbado en la cama, sin nada fuera de sitio, incluso el puzzle seguía estando encima del armario. Miró el reloj, seguía siendo exactamente la misma hora en la que se puso a dormir. Todo había sido un sueño, pero se quedó intranquilo, dio unas cuantas vueltas hasta lograr juntar el sueño necesario para volver a dormir. Pero esa noche no iba a ser tranquila, una luz cegadora le despertó. Alguien sujetaba una potente linterna que apuntaba directamente a su cara.

- Ven conmigo Andrés.
- Fuera de mi casa.
- Muy mal Andrés, no eres un buen afitrión.
- Otro sueño no, ya he tenido uno muy malo.
- Sal de la cama ya, dormilón, tenemos que arreglar tu vida.
- No me digas más, eres otro fantasma.
- Es lo primero que has dicho que tiene sentido. Soy el fantasma de las navidades presentes.
- Perfecto, estas son las navidades presentes, voy a dormirme, buenas noches.
- ¡Señor Escudero, en pie!

El fantasma, o mejor dicho la señorita fantasma, le cogió del brazo y le arrastró fuera de la cama. La fantasma tenía una vestimenta plateada, como venida del futuro.

- ¿No deberías ser un fantasma del futuro?
- No, simplemente intento ir a la moda, las sábanas blancas pasaron a la historia hace tiempo. Ahora vamos a lo que vamos. Ponte de pie a mi lado ¡Teletrasportanos Scottie!

Estaban ahora en una casa de un barrio humilde. Una mujer jugaba con dos niños pequeños en la salita. Se abrió la puerta y entró alguien conocido para Andrés, su empleado hasta ese mismo día. Tenía la cara desencajada.

- ¿Qué te pasa cariño?
- Nada, no es agradable trabajar en nochebuena.
- Algo más te pasa, anda venga, cuéntame.
- Ya te lo comento mañana, vamos a cenar.

Le dio un beso suave y le abrazó con todas sus ganas.

- Papi papi, ven a jugar.
- Claro mi niña, como no voy a jugar contigo, venga, vamos en avión.

Le cogió y le llevó en volandas hasta su habitación. Allí jugaron entre todos. Eran felices entre esas pequeñas paredes. Andrés les miraba con envidia, con rabia de no tener todo eso.

- Y bien, ¿no te parece todo esto hermoso?
- Me parece que no tienen otra cosa que hacer y que con esas cosas tampoco van a mejorar su situación, debería haberle dicho que se ha quedado sin trabajo, así deberían empezar a ahorrar desde hoy mismo.
- No se lo ha dicho porque sabe que es una fecha importante y no quiere amargarle la noche, mañana sus niños se levantarán con regalos, ¿no has visto las cajas debajo del árbol?
- Sí, debería guardarlos y devolverlos, va a necesitar el dinero ahora que está en el paro.
- Es feliz Andrés, es mucho más rico que tú.
- Es feliz porque es un inconsciente.
- No, lo es porque sabe que si da a los demás, aunque solo sea cariño se lo van a devolver, si va a estar mal va a tener gente que le apoye. ¿Quién tienes tú?
- Bueno, tengo al banco, que me fiaría en cualquier momento.
- ¿Y alguna persona?
- No... aunque puede que a mi primo Marcos se le ocurriría aparecer por mi casa si salgo en los periodicos.
- Pues vayamos a su casa entonces. ¡Scottie, teletransporte!

De nuevo en otra casa, esta vez con mucha gente, niños y padres alrededor de una mesa alargada. La típica estampa navideña. No habían comenzado a comer. En la cabecera estaba Marcos, el primo de Andrés.

- Perdonad que empiece siempre igual pero quiero tener un recuerdo para todos los que ya no están entre nosotros y otros que por las razones que sean no están aquí. En especial por el primo Manuel que se fue ya hace años a Australia y que de nuevo no ha podido viajar hasta aquí aunque nos vaya a acompañar via webcam más tarde. También quiero recordar a mi primo Andrés, - hizo una pausa poniéndose más serio - Ya sabéis que hace años que no nos acompaña ni nos visita pero sigo manteniendo la esperanza de retomar contacto. Siempre quiero pensar que todo el mundo tenemos una segunda oportunidad, que todos tenemos derecho a equivocarnos y a ser comprendidos por ello. Sigo mandándole cartas a su antiguo domicilio aunque no sé si será su número actual. No puedo más que desear que ahora mismo sea feliz y que pueda volver a compartir algún día esta mesa o la suya propia con nosotros. Hoy más que nunca sé que tras su coraza de tacaño y malhumorado se encuentra aquel joven que conocí hace tiempo. Todavía tengo la esperanza de que pueda entregarle el regalo de Navidad que llevo guardado para él todo este tiempo. Sigo esperando poder hacer ese puzzle con él como haciamos antes. Una afición que nos unía y que no es lo mismo sin él.

Andrés volvió a sentirse acongojado. Su primo le conocía muy bien pero en su día tuvieron un problema con parte de la herencia. Al final Andrés se quedó con la parte del negocio que tenía su primo mientras que esté formó otro distinto.

- Andrés, no sé si te das cuenta de que tu primo ha compartido todo lo que tiene con su familia e incluso se sigue acordando de ti y es feliz.
- Le quieren porque les ha comprado con dinero y regalos, no tiene nada de meritorio.
- Voy a enseñarte otra persona para saber si piensas lo mismo. ¡Scottie!

Aparecieron en una pequeña casa. Estaban dos chicas. Una ya la conocía, era Marta. Estaba con su hermana. Estaban precisamente haciendo un puzzle.

- Sí, ya ves, ahora me siguen gustando los puzzles. Es de las cosas buenas que me dejó Andrés.
- Ya ves, al menos te dejó alguna buena jejeje
- En verdad era una buena persona, solo que a veces solo miraba por sí mismo hasta unos límites excesivos.
- Eso yo creo que es bastante malo. Pero ya pasó, a ver si encuentras a alguien y yo también y hacemos una cena de nochebuena más animada jejeje
- Siempre pueden venir cosas mejores.

Andrés se puso un poco triste.

- Ves, de ella no podrás decir que le quieren por su dinero.
- No, ella simplemente es tonta, demasiado inocente, la realidad es mucho más dura.
- Tú no tienes corazón. No deberías tener todas estas oportunidades que te estamos dando para aprender. - Iba empujándole poco a poco con cada frase, estaban en el balcón de la casa. - Deberías estar pasando penurias, aprenderías lo que es la solidaridad. - Estaban ya casi en el borde.
- ¡Alto!
- No, ¡te voy a mandar a las profundidades de la ciudad!

Con un último empujón le tiró por el balcón. Mientras caía Andrés pensaba que se acababa todo, un pavor enorme le recorrió. Sin embargo no notó ningún golpe. Estaba tumbado en el suelo pero no en frente de la casa de su primo.

- ¿Dónde estoy?

No había nadie. Se levantó y oteó los alrededores. Estaba todo demasiado oscuro. Se acercó a lo que creía que era la entrada de un colegio. Miró hacía arriba, leyendo el letrero de la entrada. Era el cementerio.

- Genial. Con el frío que hace y encima aquí de noche.

Andrés notó una mano en su hombro. Se giró. Una figura alta y escuálida estaba ahí, pero no podía reconocer su cara, estaba cubierta por una capucha.

- Hola, ven conmigo.
- Ey, ¡eres el doctor Spock!

El desconocido se quitó la capucha. Era él.

- Soy el fantasma de las navidades futuras. En verdad mi forma no tiene nada que ver con mi personalidad, solo se ha adecuado a lo que usted conoce.
- Me alegro de que no me guste la familia Monster.
- Vamos adentro.

Entraron al cementerio y llegaron a una tumba del fondo. Estaba desierta y descuidada. La suciedad cubría el nombre de la lápida.

- Aquí está. Es la que crees. Límpiala para comprobarlo.

Dicho y hecho, estaba su nombre. Y la fecha de su muerte. Le recorrió un escalofrío, faltaban cinco años.

- ¿Pero de qué voy a morir?
- De un accidente doméstico. Te caíste en casa y no te pudiste mover. Nadie te echó en falta y moriste de sed.
- No puede ser. - Andrés estaba negando con la cabeza una y otra vez. - No puede ser, ya estoy harto, no quiero acabar así...
- Todavía puedes cambiar, pero si no lo haces este será tu final.
- Voy a cambiar, hoy mismo, ahora mismo.
- Perfecto, creo que ya te puedo devolver a tu vida.
- ¿Podrías despedirte con el saludo vulcano?

El fantasma levantó una ceja y se despidió con el saludo vulcano. Andrés le respondió con el mismo saludo y cuando quiso darse cuenta estaba en su casa. Miró el reloj, no había pasado un solo minuto. Como un resorte saltó de la cama. Se vistió rápidamente, cogió el puzzle, unos papeles de su mesilla y una caja. Salió como alma que lleva el diablo. La primera parada era en casa de su exempleado. Llamó a las 11 de la noche. Algo intempestivo pero no quería dejar pasar un minuto más. Le abrió la puerta él en persona.

- ¡Feliz Navidad!
- Ehh... ¿Qué hace aquí? ¿Todavía se quiere reír de mi?
- Al contrario, quiero enmendar mi error. Traiga los papeles que le di esta tarde.
- ¿Ya los quiere firmados? Será...
- ¡Qué va! Los quiero romper.

Se quedó sorprendido, pero parece que hablaba en serio así que le invitó a pasar mientras iba a por los papeles.

- Aquí los tiene.

Cuando los iba a romper notó que alguien le tiraba del pantalón.

- ¡Feliz Navidad!

Se hizo el silencio por un momento, su padre se quedó helado temiendo la reacción, casi aguantando la respiración.

- Feliz Navidad niñita. ¿Podría pasar al salón?
- Claro.

Rompió los papeles y se los guardó en el bolsillo. La niña le acompañó de la mano y fue a llevarle al salón con su madre y su hermana. Detrás le acompañaba ese empleado absolutamente anonadado sin capacidad de reacción, mirando a su mujer sin entender nada. Andrés comenzó a hablar.

- Señora, siento la intromisión un día tan señalado como el de hoy pero tenía algo importante que comentarle a su marido y se me había olvidado completamente. Y qué mejor que hoy para entregarle esto.

Andrés sacó una pequeña caja que le entregó a su empleado. Este la abrió y se sorprendió aún más, se acercó a enseñársela a su mujer como si fuera un diamante del tamaño de un puño.

- "Mejor empleado del año". No... no... no me lo esperaba, pero si hoy mismo...
- Sí, hoy mismo le había comentado que ese premio no se daba desde que mi padre se encargaba del negocio. De hecho esa es una placa que llevaba guardada ya muchos años y que solo podría dársela a usted, alguien que pese a todo lo que le he hecho ha seguido trabajando igual de bien a mi lado, incluso perdonándome ciertas cosas brutales que llegaban al esclavismo. Por eso no quiero dejar pasar un minuto más sin darle las gracias, espero que el lunes pueda venir a trabajar con las mismas ganas que hasta ahora, no podría salir adelante sin su ayuda.
- ¡Muchas gracias! No me lo creo señor Escudero, ya sabía que todo lo que aparentaba no podía ser real, que tenía que tener algo bueno dentro.

Andrés puso cara de enfadado. Luego la relajó al ver que su empleado se asustaba.

- Tiene razón, algo bueno tenía que haber pero ha costado sacarlo. Ahora me tendrán que perdonar pero tengo mucho trabajo hoy y eso que no soy Papá Noel.

Les dejó rápidamente y se sintió en la gloria, hacer el bien era muy bueno, no había visto gente tan feliz desde hace tiempo y nunca se había sentido tan bien por hacer feliz a la gente. El siguiente paso era la casa de su primo. Ya bastante tarde pero todavía nochebuena. Se habían ido muchos de sus comensales y Marcos estaba tranquilamente sentado en el sofá hablando con uno de sus sobrinos. Cuando llamaron a la puerta se levantó y miró a través de la mirilla.

- No puede ser.

Rápidamente abrió y antes de decir nada le dio un abrazo enorme a Andrés.

- Sabía que algún día volvería a verte.
- Yo no lo tenía tan claro pero necesitaba visitarte. ¡Feliz Navidad primo mio! Si me dejas pasar podré comentarte algo importante.
- Adelante, es tu casa.

Pasaron al salón, donde le dejó su sitio preferencial.

- Sé que hace mucho que no nos vemos. Y también sé que no acabamos bien. Sé que tuve la culpa de muchas de las cosas que ocurrieron. No tiene sentido estar peleados por eso. Te he traído esto, que espero que haga olvidar al menos parte de lo que hice.

Le pasó una serie de papeles.

- Son unas participaciones de socio en la empresa. Al 50%, ¿pero por qué ahora?
- Nunca es tarde para darse cuenta de que eras igual de importante en la empresa que mi padre. No hace falta más que ver lo bien que van tus negocios ahora. No digo que el mio vaya mal pero se nota que tú sabes llevar los negocios y que yo solo me quedé con todo por avaricia, por eso quiero que volvamos a ser socios, si tú quieres.
- Claro que sí, primo... Por cierto, tengo algo para ti.

Se levantó y buscó el puzzle.

- Espero que sigas haciendo puzzles jejeje
- Hace tiempo que no hago pero estoy deseando volver a hacerlos.

Abrió el puzzle y le encantó, era uno personalizado de la familia. Rompió a llorar de alegría.

- Es el puzzle más bonito que podría imaginar, tenemos que hacerlo juntos... Pero otro día, todavía no son las doce y tengo que llegar a tiempo a una cita, ¡llevo años de retraso!

De nuevo con prisas se despidió ante su atónito primo. Corriendo por las calles mirando el reloj rezando para llegar antes de que acabara el día. Ni un día más quería llevar todo eso en su conciencia. Esta era la visita más difícil. Esa casa la conocía bien, la casa de Marta. Tantas veces la había visitado allí antes de mudarse a un piso conjunto. Por suerte para ella no llegó a venderla. Tocó el timbre y esperó que no se hubieran ido a dormir. Abrió la hermana.

- Hola. Creo que en Navidad se espera que ocurran cosas buenas, tú no entras dentro de ese apartado. Adiós.

Andrés se quedó en la puerta esperando. Visto que no volvía tocó de nuevo. Unos segundos después volvió a abrir su hermana.

- He dicho que no eres bienvenido.
- ¡Marta!

De fondo Marta reconoció esa voz.

- ¡Andrés! ¿Qué haces aquí?

La hermana se quitó del medio resignadamente.

- Tengo tantas cosas que decirte... No quiero dejar un día más sin decirte todas las veces que me equivoqué contigo, todo lo que no debí hacer, todas las tonterías que me importaban más que tú, sé que esto son solo palabras y que ya no tengo que tener credibilidad para ti pero solo si piensas que alguna vez sentí todo lo que sentía y siento por ti acepta este regalo que espero que exprese de todo corazón mis perdones.

Marta se quedó blanca cuando vio que le entregaba un regalo. Lo abrió y se quedó más blanca todavía. Es ese puzzle del cual nunca se desprendería Andrés, ese que cuando se tocaba casi parecía que le estuvieran atravesando el corazón. Eso era lo más importante en la vida de Andrés.

- Pero... pero pero no puedo aceptarlo, es lo que más quieres, me estás preocupando Andrés, ¿estás bien? ¿No querrás suicidarte o algo así?
- Que va, al contrario, quiero vivir, vivir, ser feliz y poder ser feliz con más gente, las cosas no me importan, siento haber sido tan tonto como para no darme cuenta antes de todo lo que supones para mi, eso ya es cosa del pasado, te regalo el puzzle porque es cierto que lo quería más que a mi vida y por eso quiero que lo tengas tú, porque te quiero más que a mi vida y te quiero cuidar hasta que la muerte me llegue.

Marta no podía creerlo, le dio un abrazo enorme a Andrés y después un beso como hace años que no daba a nadie. Le seguía queriendo y en un minuto pasó por su cabeza todo por lo que quería a ese hombre. Su hermana cerró la puerta y fueron los tres al salón. En la televisión estaban poniendo uno de los episodios de la serie original de Star Trek, en este caso viajaban a un siglo pasado, aparecía en pantalla un señor con un traje antiguo, una señorita con vestimenta plateada y el Doctor Spock en pantalla. Andrés sonrió.
Para cualquier duda sugerencia o queja respecto al foro podéis escribir a haujavi@puzzleando.com

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