Les Encanta Romperse la Cabeza.

Aquí podéis aportar los relatos que se os ocurran o los que encontréis por la red(poniendo un link al original, o con las autorizaciones pertinentes, hay que respetar los derechos de autor). Porque si tal como leí una vez "los libros son la vida" y los puzzles forman parte de nuestra vida, seguro que podemos unir ambas cosas.
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beatriz
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Les Encanta Romperse la Cabeza.

Mensaje por beatriz »

Les Encanta Romperse la Cabeza.

¿Qué animó, en el otoño de 2000, a cientos de personas de todo Estados Unidos a viajar a Chicago para armar rompecabezas? Hay quienes no irían ni al comedor de su casa a armar uno, y otros opinan que esos pasatiempos están bien sólo para regalárselos a un preso.

Aunque algunos de los que acudieron para participar en el Campeonato Nacional de Rompecabezas dijeron que era por los premios de 10,000 dólares que habría, nadie se lo creyó. Esa gente ya tenía la mala costumbre de armar por lo menos uno al día antes de que a alguien se le ocurriera la idea de organizar el torneo, el primero que se celebraba allí en escala nacional en más de diez años.

No conformes con guardar en el desván miles de rompecabezas acomodados en sus cajas por tamaño, fabricante, fecha o tema, algunos de los participantes llegaron al Centro de Convenciones McCormick Place de Chicago con un rompecabezas a medio armar enrollado en un tapete de fieltro. Otros, como les resulta insoportable la idea de dejar a medias un juego, no podían dormir tranquilos sabiendo que al Taj Mahal que estaban armando en la sala de estar aún le faltaba un alminar. Mientras deambulaban por el centro en espera de que comenzara el campeonato, imploraban al cielo que no les fuera a tocar un aterrador rompecabezas llamado "Primer plano de los tres osos".

"Son 500 piezas del mismo tono de café", explicó con una mueca Joan Meyer, vendedora de Illinois que vino con su hija a competir en la prueba de parejas. Otro tema que la asustaba eran los paisajes alpinos. "Ojalá no nos toque una montaña reflejada en un lago", dijo. "Los brillos del agua son un infierno".

Pero el que le parecía peor era de un leopardo. Todavía se acuerda del tormento que sufrió con un rompecabezas circular de la cara de un leopardo en un torneo en los años 80. "Ya llevábamos cuatro horas y apenas habíamos armado los ojos, la nariz y las orejas. No sabíamos cómo continuar: sólo veíamos un montón de piezas negras y amarillas que parecían todas iguales".

Tampoco su hija, Joanie, de 28 años, ha olvidado aquellas manchas. "Todo el mundo quería tomar las piezas y hacer con ellas una hoguera", cuenta. Esta joven, diseñadora de mapas en computadora, participaba en competencias desde hacía 17 años. Empezó a los dos años, retando a su madre a armar pequeños rompecabezas de madera; le gustaba darle ventaja volteando las piezas que le tocaban a ella para no ver las imágenes.

A los 11 comenzó a participar en torneos haciendo pareja con su madre. En el campeonato nacional de 1987 quedaron en tercer lugar. "El rompecabezas con el que ganamos se llamaba 'Colcha caleidoscópica'", comenta la señora Meyer. "Lo mandamos enmarcar y lo tenemos colgado en la pared".

¿Rompecabezas enmarcados como si fueran obras de arte? Hasta a algunos de los competidores más fervientes les parecía exagerado. La pasión por estos juegos no es algo que a todos les guste pregonar. Como confesó Joby Landgrebe, un sobrecargo de Michigan: "Cuando les conté a mis amigos que iba a participar en el torneo, me dijeron: 'Haz algo más interesante. O qué, ¿ya te cansaste de vivir?'"

Con todo, es posible que hasta los más renuentes tengan guardado un rompecabezas en algún rincón de la casa. Según un estudio, en 80 por ciento de los hogares estadounidenses hay rompecabezas para adultos, y en 83 por ciento, para niños. Pese al auge del Nintendo y otros juegos electrónicos, unos 30 millones de rompecabezas se vendieron en ese país en el año 2000: ¡10,000 millones de posibilidades de perder una pieza debajo del sofá!

Los primeros rompecabezas se fabricaron en Gran Bretaña en la década de 1760; los llamaron "mapas fragmentados" y sirvieron para instruir a los hijos del rey Jorge III. Estos juegos educativos se convirtieron en un pasatiempo para adultos a principios del siglo XX, cuando a unas emprendedoras mujeres se les ocurrió cortar en piezas portadas de revistas que mostraban retratos y paisajes.

"Nuevo rompecabezas amenaza la cordura de la ciudad", anunció el New York Times en una nota de 1908, y añadía que los fabricantes no podían con la demanda de tantos profesores, millonarios, ministros y abogados infectados con "el nuevo germen de los rompecabezas"... y que tenían dinero para comprarlos. Las masas no se apasionaron por estos juegos sino hasta 1932, cuando se pusieron a la venta unas versiones baratas impresas en cartón. Durante la fiebre que se desató, los estadounidenses compraban semanalmente 10 millones de rompecabezas.

"El clímax llegó durante la Gran Depresión", explica la historiadora Anne Williams. "Ser capaz de armar un rompecabezas alegraba un poco a la gente en una época en que escaseaban las satisfacciones". El furor decayó con el fin de la Prohibición. Al parecer, quienes tenían empleo y podían comprar alcohol ya no disponían de tanto tiempo para este juego.

Con todo, los rompecabezas nunca han pasado de moda. Según publicó el Times de Londres, los preferidos de la reina de Inglaterra son aquellos en los que figuran perros y caballos. Los pide prestados a la Ludoteca Británica de Rompecabezas, y de vez en cuando los devuelve con algunas piezas mordisqueadas por sus canes. A Bill Gates y a su esposa les encantan los que fabrica la empresa Stave Puzzles, Inc., los cuales son de madera, tienen orillas irregulares, huecos en medio y piezas que embonan en varias formas correctas y en miles de incorrectas. Sobra decir que son endiabladamente difíciles de armar.

Como los concursantes de Chicago debían superar la prueba en unas cuantas horas, se les dieron a armar rompecabezas ordinarios. Aunque algunos se referían a los distintos tipos de piezas con nombres peculiares, ninguno poseía conocimientos técnicos especiales. No existe ninguna teoría sesuda para armar estos juegos. Hay sólo dos estrategias principales, que salieron a relucir en el espacioso salón tan pronto como empezó a correr el tiempo y los participantes arrancaron las envolturas de las cajas: empezar o no por las orillas.

"El borde estorba si se comienza por él", afirmó la señora Meyer, que hizo a un lado todas las piezas de las orillas y separó las demás por colores. En cambio su hija, que detesta clasificarlas, se dedicó de inmediato a armar un granero blanco rodeado de sembrados y árboles. No era sorprendente que la mayoría de los participantes fueran mujeres, entre ellas las tres finalistas del concurso individual.

"Las mujeres tienden a ser más pacientes que los hombres y más hábiles con las manos gracias a su mejor coordinación motora fina", comenta Helen Fisher, antropóloga de la Universidad Rutgers que estudia la evolución de las diferencias entre los sexos. "Son mejores para identificar figuras completas y también para reconocer, recordar e igualar colores". Joanie agrega: "Al parecer es una destreza innata. Al ver un hueco, una recuerda una pieza que miró hace cinco minutos y que ajusta en él".

Esa habilidad se volvió más que evidente al cabo de hora y media, cuando madre e hija estaban completando a toda prisa los últimos árboles y el pastizal de la granja. A mis ojos inexpertos, las piezas restantes del rompecabezas de 1000 parecían idénticas: todas verde oscuro y en forma de amibas de cuatro brazos, que me hacían recordar el contorno del estado de Texas. Las Meyer, en cambio, percibían otra cosa; acomodaban en su sitio una pieza tras otra sin fallar.

De pronto un grito resonó en el salón: "¡Terminamos!" Otra pareja de veteranos, hermano y hermana, procedentes de Missouri, acabó primero el rompecabezas, en una hora 38 minutos, 11 antes que las Meyer, quienes superaron a una pareja de estudiantes universitarios de Virginia y se quedaron con los 5000 dólares del segundo premio.

En la prueba individual, Joby Landgrebe terminó en segundo lugar, detrás de la gran favorita, Jennifer Taylor, empleada de un hospital de Chicago. Esta mujer, partidaria de empezar por las orillas, armó un paisaje campestre de 500 piezas en sólo una hora 11 minutos.

¿Cuál es su secreto? "Ninguno", respondió. ¿Por qué le gustan los rompecabezas? "No tengo ni la más remota idea".

Otro ganador al menos se refirió al valor social de este pasatiempo. "Lo mejor es que puede participar al mismo tiempo toda la familia", comentó David Lipkin, quien, junto con su esposa y sus dos hijos, se alzó con la victoria en el concurso familiar. "En ningún otro momento me entero tanto sobre cómo van los chicos en la escuela y qué hacen en casa que cuando estamos armando un rompecabezas".

Durante la competencia, sin embargo, la familia se concentró en armar lo más rápidamente que pudo el rompecabezas y se olvidó de conversar. Sin lugar a dudas, la estrella del equipo era Emily, de 15 años, la cual arma rompecabezas desde que tenía 21 meses de edad. En dos ocasiones se puso un poco nerviosa y, mientras ensamblaba con furia las piezas, les dijo a sus familiares:

--¡Sigan en otra parte! ¡Se me están encimando!

Sin embargo, cuando por fin terminaron, no dejaba de elogiar a sus padres y a su hermano, Michael.

Muchos de los vencedores, e incluso de los perdedores, hablaron de una sensación que podría llamarse "el éxtasis final": el inmenso placer de acomodar la última pieza. Anne Williams ofreció la mejor explicación de ese arrebato colectivo: "A la gente le gusta poner orden en el caos". Al ver a aquellas personas inclinadas en silencio sobre las mesas, totalmente absortas en hacer embonar las piezas a un ritmo frenético, me pareció que, efectivamente, estaba funcionando en ellas un instinto humano primigenio.

¿Acaso la habilidad para reconstruir imágenes rotas era decisiva en la vida de nuestros antepasados cazadores recolectores? Las expresiones artísticas más antiguas que se conocen, las pinturas rupestres, quizá servían como registros o manuales de caza. Es posible que existieran versiones portátiles, tal vez unos dibujos trazados en tablillas de piedra que los hombres llevaban consigo cuando cazaban y que podían caérseles accidentalmente.

Para sobrevivir, tenían que reconstruir la imagen de cada animal. Y sin duda también detestaban las manchas de los leopardos...

Seguro que mas de uno, se siente identificado :mrgreen: :mrgreen:


http://www.selecciones.com.mx/content/21508/

:holas:
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a1b2
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Re: Les Encanta Romperse la Cabeza.

Mensaje por a1b2 »

Beatriz, de nuevo, las historias que nos dejas me parecen sumamente interesantes y en esta suscribo casi todo pero
:cry:

"Las mujeres tienden a ser más pacientes que los hombres y más hábiles con las manos gracias a su mejor coordinación motora fina"... Al ver un hueco, una recuerda una pieza que miró hace cinco minutos y que ajusta en él". :cry:
Por desgracia, no es mi caso. Es posible que cuando dice "mujeres" se refiera a personas con esas cualidades. Conocemos puzzleros muy "grandiosos".
Una vez, en un mensaje comentabas que no tendría demencia senil ni Parkinson ni Alzheimer y no tengo nada de eso diagnostiado pero mi memoria me causa estragos desde mi juventud. Eso hace que olvide enseguida una pieza q tuve en la mano hace unos minutos y que entre otras cosas, de ninguna manera yo pueda concursar, por eso mi desafortunada frase del concursito q emulaba la barbaridad del tal "Albert" por la cual os pido disculpas.
:holas:
malisima

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