Arrastró a sus padres dentro de la tienda y pudo ver la caja, casi tan grande como ella y seguro que pesaba el doble porque no podía ni levantarla. El puzzle montado le decepcionó un poco porque se dio cuenta de que no estaba cortado. El dependiente le explicó amablemente que era una muestra que les había mandado el fabricante para poder enseñarlo. La niña pensó que eso era trampa y que tenía que montarlo en condiciones. Les pidió a sus padres que se lo comprasen. Sus padres suspiraron y le explicaron la situación:
- Cariño, este puzzle es demasiado grande para ti, no puedes hacerlo sola, te llevaría años y no tendrías sitio donde poder hacerlo. Además una vez que lo hubieras acabado no podríamos colgarlo. Además es muy caro, cuando seas más mayor puede...
- ¡Pero yo lo quiero hacer ya! ¿Si soluciono todo lo que me dices podría hacerlo?
Sus padres se encogieron de hombros y le dijeron que sí. Su niña era muy inquieta y no acertaban a descubrir qué es lo que estaba tramando pero como no creyeron que era nada malo le dejaron continuar con sus planes. Los siguientes días notaron que la niña pasaba más tiempo en su habitación haciendo los deberes. Algo estaba tramando sin duda, pero no sabían qué podía ser. La niña estaba calculando como reunir el dinero para comprar el puzzle sin necesidad de que se lo regalasen. Había aprendido hace poco a hacer fracciones y se esmeraba en calcular lo que tardaría en ahorrar ese dinero si no compraba golosinas y quizás si vendía sus libros de texto de años anteriores... pero no, era mucho dinero.
Al final se decidió a escribir una carta al fabricante del puzzle para saber si podrían regalárselo a cambio de lo que pidieran. También había estado preguntando a sus compañeros de colegio para saber si les gustaba hacer puzzles y si le podrían ayudar a hacer uno muy grande. Pero no, todos jugaban con muñecas y coches, a algunos les habían regalado puzzles pero seguían en sus cajas o lo que es peor habían acabado destrozados y en la basura por hacer el gamberro con ellos.
La niña estaba muy triste porque no sabía como podía arreglar todo para hacerlo y era lo que más quería en el mundo. Aunque tenía que dar un gran rodeo, todos los días pasaba al lado de la tienda para verlo. Se paraba en frente del escaparate y se quedaba observando durante muchos minutos. Uno de esos días apareció como de la nada un chico a su lado que también estaba mirando el puzzle. Le miró de reojo. El chico le habló:
- Es bonito, ¿verdad?
Ella no le contestó, le habían enseñado que no tenía que hablar con extraños.
- Vale, no hace falta que contestes, haces bien en no hablar con desconocidos. Pero te voy a contar una cosa. Sé que quieres ese puzzle pero que te parece muy grande e imposible de hacer. Pues bien, yo conozco otro niño al que le pasa exactamente lo mismo. Quizás entre los dos sea más fácil que logréis hacerlo.
No se pudo resistir más a hablar con él.
- ¿De verdad conoces a alguien más que quiera hacerlo?
- Sí, pero vive muy lejos, más allá de las montañas. Pero yo voy por allí muchas veces, si quieres puedes escribirle una carta, que yo se la haré llegar. Sé que vienes aquí todos los días a esta hora, yo haré lo mismo y así puedo entregarte sus respuestas.
La niña estaba contentísima, le dio las gracias por la ayuda, se despidió y se giró para irse a casa. Se dio cuenta que no le había preguntado ni su nombre y cuando se volvió a girar ya no estaba allí. Era raro pero le había alegrado el día, ya tenía esperanzas de poder hacer el puzzle de sus sueños.
Al otro lado de las montañas vivía un niño llamado Alejandro con todos sus hermanos, tantos que no alcanzaban a contarse con los dedos de una mano. Su padre les había transmitido su afición por los puzzles y los hacían entre toda la familia. En donde quiera que mirase en su casa aparecían piezas y cajas de puzzles. Pero el niño echaba en falta alguno más grande todavía. Al igual que la niña se quedó prendado de ese gran puzzle que también lucía esplendoroso en el escaparate de otra tienda. Sus padres le habían dicho que era muy grande para él y sus hermanos y que no tenían sitio para hacerlo, que quizás cuando fuera más mayor podría comprarlo. Pero tampoco quería esperar. Un día se encontraba en frente del escaparate y se le acercó un chico.
- Hola, sé que no me conoces pero tengo una carta para ti. Es de una niña del otro lado de la montaña, alguien que también mira un escaparate como este todos los días. Puedes leerla y si quieres responderle yo le llevaré la carta, estaré aquí a esta hora todos los días.
El niño cogió la carta y se fue pensando en la gente tan rara que hay en el mundo. Por carta fueron comentando su sueño, hacer ese gran puzzle, pero seguían sin poder hacer frente a todos los inconvenientes. Un día el chico vio triste a la niña.
- ¿Qué te pasa? ¿No estás contenta de conocer otro niño que sueña con lo mismo que tú?
- Sí, pero todavía no sabemos como hacerlo, no somos suficientes ni tenemos dinero para comprar el puzzle.
- Ya veo, creo que tendré que llevaros a un lugar que os va a gustar mucho. ¿Me acompañas? Está aquí al lado.
- Vale pero antes dime cómo te llamas, que no te lo he preguntado.
- Yo tampoco te lo he dicho, me llamo Aitor.
- Uy, que nombre más complicado, ¿empieza con h?
- No, empieza con A de Administrador.
- Ahhhh.
Fueron caminando por la calle hasta que llegaron a una pequeña casa de aspecto antiguo. Aitor abrió una gran puerta de madera y le dijo que pasara. Alma se quedó extrañada, era enorme, mucho más grande que desde fuera.
- Espera un momento, voy a traerte una sorpresa.
Aitor salió por la puerta y solo pasaron unos segundo hasta que volvió a abrirse. Alejandro apareció por ella y acto seguido Aitor.
- Creo que os conocéis aunque no os hayáis visto.
Ambos sonrieron sin saber muy bien qué decir.
- Se que sabéis como realizar vuestro sueño pero os parece que no podéis conseguirlo. No os preocupéis, solo tenéis que pasar esa puerta que tenéis al fondo del pasillo. No tenéis más que entrar y seguro que el resto lo haréis muy bien vosotros solos. Recordad que lo que hay allí dentro es solo aquello que vosotros y otros como vosotros podéis hacer.
Se quedaron un poco extrañados sin saber muy bien lo que decía.
- Por cierto Alma, tengo una carta para ti. Y ahora marchad rápido, seguro que os va a gustar lo que hay dentro.
Ella cogió la carta pero como tenía muchas ganas de entrar se la guardó en un bolsillo. Al fondo de un pasillo existía una puerta. Una puerta singular. El marco era de color azul y tenía forma de puzzle gigante, una serie de piezas verdes la componían. El pomo de la puerta era una pieza rojiza. Giraron el pomo y entraron. Se encontraron un lugar extraño, luminoso, con tonos azules en las paredes... en las que había porque había un conglomerado de escaleras, puertas y pasillos. Andaban un poco perdidos o sea que se metieron en la primera puerta que vieron entreabierta.
Dentro encontraron una sala de enormes dimensiones, donde las paredes eran gigantescas, tanto que no se podía ver el techo. Estaban recubiertas de puzzles hechos de todos los tamaños, estilos y marcas imaginables. Se encontraron a una niña que estaba extrañamente absorta pegada a la pared.
- Hola, ¿qué haces?
- Estoy acariciando los puzzles.
- ¿Y por qué?
- Porque me gusta, tienen una textura tan suave, con esos relieves que le dan las distintas uniones entre las piezas... Además los puzzles también necesitan cariño y yo se lo doy.
- Estamos buscando gente para hacer un puzzle muy muy grande, tan grande casi como esta pared, ¿nos ayudarías?
- ¡Por supuesto! Cuando lo hagáis no tenéis nada más que decírmelo y allí iré.
Se despidieron y siguieron descubriendo lugares. Se decidieron a subir por unas escaleras pese a las reticencias de la niña, que estaba un poco cansada de subir escaleras todos los días. Al final llegaron a una puerta por la que se veían muchas piezas. Dentro había una especie de piscina de piezas. Alejandro miró unas cuantas piezas y reconoció el puzzle.
- Es un puzzle enorme, no tan grande como el que queremos hacer pero es realmente grande.
De repente emergió de las piezas cual sirena una niña.
- Hola, estaba separando las piezas de este puzzle. ¿Queréis ayudarme?
- Ahora mismo no podemos, estamos ocupados intentando organizar todo para hacer un puzzle más grande que este.
- ¿Más grande que este? Más vale que encontréis mucha gente. Yo os ayudaré encantada después de acabar con el mío. Si me perdonáis vuelvo con mi puzzle. Ah, y si queréis sobaos o bombones hay encima de la mesa del fondo.
Después de coger unos cuantos bombones y sobaos prosiguieron su reconocimiento. Bajando las escaleras rodearon una pequeña plaza y acabaron en una esquina que en vez de puerta tenía una abertura al exterior. Salieron a una especie de llanura silvestre. No se veía nada extraño, al menos no más extraño que lo demás. Escucharon un ruido que venía de la maleza de su izquierda. Cada vez se hacía más fuerte. Las ramas se empezaron a mover y de entre las hojas apareció saltando... ¡una caja de puzzles! saltaba como si fuera un canguro. Detrás de él apareció un niño con una especie de arma en la mano corriendo detrás de él. Después de un par de quiebros disparó su arma y una red logró atrapar a su "presa".
- Hola, ¿qué estás haciendo?
- Cazando puzzles, ¿nunca lo habéis hecho? Es muy divertido. Lástima que no tenga mucho tiempo para hacerlos. Tengo unos cuantos y creo que no voy a poder hacerlos todos. Me gustaría poder venderlos o regalárselos a alguien que tuviera más tiempo.
- Si nos dices los que tienes quizás se lo podamos decir a más gente por si está interesada. Estábamos reuniendo a gente para hacer el puzzle más grande del mundo y hemos encontrado ya a algunos.
- Eso sería genial. Yo también me apunto.
Siguieron descubriendo más y más gente en otras habitaciones que daban al norte, sur, este y oeste. Después de haber conocido a tanta gente ya podían hacer el puzzle soñado. ¿Y dónde podían hacer algo tan grande? Ese lugar era enorme, tenía que haber algún sitio donde poder hacerlo, alguna sala. Hablaron entre ellos y decidieron que lo mejor era buscar cada uno por separado para hacerlo más rápido. La niña escogió una cuesta que tenía una tenue luz al fondo y de donde venía un olor a naturaleza que le llamó la atención. Después de subir y girar un par de curvas notó que la claridad se hacía cada vez más patente, al fondo se veía la luz del día. Cuando llegó la luminosidad le cegó por un segundo. Un paisaje exuberante de vegetación se abría a sus ojos. Un frondoso bosque se encontraba a su derecha mientras que a la izquierda las majestuosas montañas se alzaban orgullosas.
Continuó andando por un sendero que parecía el único camino que se podía seguir. Iba mirando asombrada a los lados. Definitivamente eso no era la ciudad. De pronto se quedó paralizada. Levantó la vista y en frente tenía un gran palacio. Cuando pudo reaccionar se acercó para verlo mejor. ¡Los ladrillos tenían forma de pieza de puzzle! Una gran puerta le aguardaba. La abrió y su interior le asombró aún más. Era perfecto para hacer allí el puzzle. Tendrían sitio de sobra y se lo pasarían genial. Tan absorta estaba pensando como organizar todo cuando oyó unos pasos por detrás. Era el niño. Traía un montón de cosas en sus brazos, casi no se le veía.
- ¿Cómo me has encontrado?
- Ha sido fácil. No te has dado cuenta, pero se te van cayendo piezas de puzzle. Bueno, también me he encontrado una foto de carnet y una horquilla pero lo demás eran piezas de puzzle.
La niña se puso roja como un tomate. De tanto hacer puzzles alguna pieza que otra se le perdía y como se pasaba tanto tiempo haciendo puzzles a veces mezclaba las cosas que hacía día a día.
- ¿Qué te parece el sitio?
- Es genial, yo he encontrado todas estas cosas en una sala, seguro que nos ayudan. Son tablas y otras cosas para hacer puzzles.
- Maravilloso, ahora ya tenemos el lugar, solo nos queda saber como decírselo a todos. Va a ser mucho trabajo ir habitación por habitación diciéndolo.
Como si leyesen su pensamiento apareció Aitor a su lado.
- ¿Cómo podemos llamarles a todos?
- Giráis a la izquierda, luego a la derecha y todo recto. Seguro que veis como hacerlo.
Siguieron el camino que les indicó y al final del pasillo se encontraron un aparato pequeñito encima de un atril. Tenía forma de micrófono. Había una nota encima. "Pulsar en botón antes de empezar a hablar y justo después de acabar. Todo el mundo que esté en las habitaciones escuchará lo que se diga." Leído y hecho, empezaron a hablar por el aparato.
- A todo el que le pueda interesar vamos a hacer el puzzle más grande del mundo en el palacio del puzzle mañana al mediodía.
Sin embargo no sabían que en este reino de los puzzles existía también una malvada bruja, que en esos momentos estaba escuchando detrás de uno de los altavoces. Tenía una gran dentadura, exagerada para su boca. Era una bruja que no quería que la niña viese cumplido sus sueños. La niña aunque no la había visto había notado algo raro y fue a mirar a ver si había alguien en el altavoz. Pero cuando llegó la bruja ya se había ido, escapando por una pequeña trampilla del suelo. Avanzando por escaleras oscuras la bruja llegó a su guarida. Allí le aguardaba su lacayo. En sus paredes tenía los puzzles más feos que se pueda imaginar, muchos puzzles rasgados, teñidos de colores oscuros... Lo peor de lo peor.
- Oh, por fin ha llegado, tenía que haber ido yo...
- ¡Cállate!, tenía que ver a la niña yo misma, quiero hacerla sufrir, no me gustan las niñas contentas como ella, a mi me gusta que la gente esté triste...
- Desde luego mi señora, la risa es lo peor que hay...
- ¿Te estás burlando de mi dentadura?
- Desde luego que no, señora, desde luego que no...
- Menos mal, estaba a punto de hacerte pasar por una tortura que no podrías olvidar nunca.
- No por favor, Ana Belén, ¡otro disco no!
- No, tranquilo, a ti te necesito en plenas facultades. He escuchado el plan que tienen y quiero que lo eches a perder.
Mientras la bruja le contaba los planes a su fiel esbirro, la gente se estaba preparando para el encuentro, haciendo multitud de puzzles para poder colaborar en lo posible a la consecución del sueño de Alma. Ella y Alejandro estaban pensando como organizar a tanta gente para hacer un mismo puzzle cuando Alma se quedó blanca.
- ¡Alejandro! ¡Me quiero morir! ¡Nos hemos olvidado del puzzle! ¡No tenemos el puzzle!
- Tranquila, seguro que entre tanta gente podremos sacar dinero para ir a comprarlo a la tienda.
Pero Alma no se quedaba tranquila, no quería pedir dinero a la gente después de haberles invitado a hacerlo sin ningún tipo de condición. Se sentó en una esquina y empezó a sollozar. De nuevo apareció Aitor a su lado.
- ¿Por qué lloras?
- No tenemos el puzzle, y sin él tendremos que decir a la gente que no vamos a poder hacerlo.
- ¿Que no tenéis el puzzle? Yo creo que sí. Creo que no has abierto la carta que te di antes de entrar...
- Pues no.
Alma sacó la carta de su bolsillo. ¡Era la carta de respuesta del fabricante del puzzle!
Querida alma:
Queríamos que supieses que nos ha emocionado tu carta. Nadie en el mundo había sentido esa emoción por un puzzle nuestro y eso nos llena de satisfacción. Creemos que no podemos traicionar la ilusión de una niña, puesto que además quieres que la gente se divierta haciendo un puzzle en grupo. Gracias a gente como tú tan alegre y entusiasta podemos sentirnos orgullosos de fabricar puzzles, y estaremos encantados de participar en tu sueño de una forma humilde pero espero que sea de tu agrado. Por supuesto que te enviaremos un puzzle sin que te cueste nada.
Saludos y que se cumpla tu sueño.
La cara de la niña se iluminó por completo, las lágrimas que antes eran de tristeza se convirtieron en alegría desbordante. ¡Ya tenían puzzle! Aitor le dijo que lo había dejado en una sala y que lo llevaría al palacio con tiempo para preparar todo. Fueron unas horas totalmente locas, preparando el palacio para la llegada de los invitados. Alma y Alejandro no paraban de ir de un lado para otro. Pero el esfuerzo tiene su recompensa y por fin llegó el momento de recibir a sus compañeros de proeza.
Fueron llegando poco a poco al palacio. Cada uno traía lo que podía, unos comida, otros puzzles, otros cámaras de fotos y de vídeo para recordarlo de por vida, aunque eso no era necesario. Todos aportaban alegría, entretenimiento, ánimos, ilusión... Bueno, no todos, entre toda la multitud se había mezclado el lacayo de la malvada bruja Ana Belén. La gente trabajaba a destajo en el puzzle y también se iba retirando de vez en cuando para descansar o irse si no tenían más remedio. El esbirro de la bruja cogió una pieza e intentó escapar con ella disimuladamente. Cuando llegó a la puerta comenzó a correr. Pero el hermano de Alejandro le había visto y salió corriendo detrás de él a una velocidad impresionante. Le alcanzó y le quitó la pieza. El pobre lacayo salió corriendo, nunca había visto tal enfado por un puzzle, se veía que estaban muy motivados. Los planes de la bruja se habían desbaratado del todo.
Y por suerte pudieron seguir tranquilamente haciendo el puzzle. Poco a poco iban viendo como se unía más gente y el puzzle iba avanzando a toda velocidad. Una multitud de manos separaba piezas, ordenaba y por supuesto las unía. Así se iba construyendo el puzzle, así como el sueño de una experiencia inolvidable. Cuando acabaron todo el mundo estaba feliz, aunque tristes porque se había acabado y no podían seguir haciéndolo.
- Tranquilos, nos vamos a poder seguir reuniendo en otras ocasiones, esto ha sido genial y con otros puzzles podemos hacer lo mismo, seguro que lo pasamos igual de bien.
Y después de esas palabras de Alma todo el mundo volvió a sonreír más ampliamente. Se hicieron la foto con el puzzle terminado, alguno incluso nadó en él... Todos se quedaron muy satisfechos y se alegraron de haber vivido esas horas intensamente.
- ¿Y qué hacemos con el puzzle?
La pregunta de Alma fue respondida por todos a la vez.
- ¡Es para ti!
- Claro, tú fuiste la que comenzaste todo, lo justo es que sea para ti - dijo Alejandro, haciéndose eco de la opinión general.
- ¡Pero si ni siquiera tengo sitio!
- Tranquila, ahora te lo guardamos y cuando tengas sitio donde ponerlo lo pones y nos llamas a los demás para que podamos verlo.
Y dicho y hecho, recogieron el puzzle. Llegaba el momento de la despedida. Había que irse a descansar. Se lo habían ganado. Tristemente se fueron diciendo adiós, pero con la alegría de lo vivido y la esperanza de lo que todavía les esperaba en el futuro. Los últimos en salir fueron Alma y Alejandro. Volvieron al interior de la casa, tenían que volver a sus casas, sus familias les estaban esperando.
Había sido todo tremendamente emocionante. Cuando salieron de la casa volvieron la vista atrás y se fijaron que la puerta tenía un letrero en lo alto.
Se podía leer lo siguiente:
"Puzzleando"
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Dedicado especialmente al alma del foro
